«El pare» o la maledicció de la nostra era

Les plagues bíbliques tenen més actualitat que mai. Després d’un pandèmia com ha estat la COVID, i encara malauradament no la podem acomiadar, ens trobem amb les pandèmies que restaven ocultes per la vida atrafagada que portem. I una d’aquestes, indubtablement, és l’alzheimer. 

Aquesta malaltia degenerativa s’ha convertit en un clar reflex de la nostra societat. A còpia de viure més anys, d’estendre de forma quasi bé infinita l’esperança de vida a occident, la natura ens torna la cara menys amable de la vida. L’envelliment de la societat ens porta a enfrontar-nos a la trista realitat de que no tots els cossos són capaços de mantenir la seva funcionalitat a partir de cert moment.

I aquest és el tema d’El pare, l’obra de teatre que es representa  amb èxit al Teatre Romea: el progressiu deteriorament d’una persona que destrueix lentament la memòria i la capacitat de pensar i, amb el temps, l’habilitat de fer fins a les tasques més senzilles. Però l’abordatge de l’obra de Florian Zaller és més que això. Ens parla de la destrucció de lligams afectius, del dolor insoportable de l’entorn del malalt per veure la progressiva despersonalització de l’ésser estimat. Patim amb la filla de l’Andreu el dolor, l’angoixa de veure que no pot fer res pel seu pare.

L’aproximació que en fa Zeller de l’evolució de l’Andreu és molt interessant. Ens connecta amb el seu món, un món que s’està desconnectant de la vida. És angoixant sí, veure com el tremendo Josep Maria Pou dirigeix el seu personatge cap al desvari, a la incapacitat per reconèixer a si mateix. I és angoixat alinear-se amb la filla que en molts moments, ens fa ben visible el drama de les cures a la nostra societat. Una filla que ha de triar, com tantes altres persones, sobretot dones, entre la cura del pare i la seva pròpia vida. Resulta molt clar a l’obra que las malaltia “mata” a tots dos. La “solució” a aquest terrible dilema la produeix el propì mal. Quan el malalt no és capaç de reconèixer-se, quan la demència és la protagonista total, és el moment en que l’entorn s’evidencia quelcom que tots haviem vist de bon principi: internar-lo a una centre especialitzat. 

L’obra està plantejada per Josep Maria Mestres d’una forma esencial amb un escenari despullat perquè obrin amb la seva veritat els actors. A més de l’immens Pou, l’acompanyament de na Rosa Renom en el paper de la seva filla, és fonamental. Són els dos punts de vista al voltant dels quals s’erigeix l’obra. I tots dos estan en el seu lloc. Pou tan aviat trist com enfadat. Tan lúcid com desorientat. Sempre digne, fins i tot quan la indignitat de la malaltia es fa més punyent.

Paco Azorín presenta una escenografia minimalista.: sis cadires que es van movent al llarg de l’obra responent a les diverses situacions i a la progressiva desnortació de l’Andreu. 6 cadires que ens coloquen perfectament en la seva ment.

De fons, la reflexió de com percebem la realitat, què és  veritat i què és percepció. En què consisteix la condició d’ésser humà. La constatació que una persona, en el seu ampli sentit de la paraula, es construeix a partir dels records, de la memòria. I si aquesta ja no hi és, continua sent vida humana? La gran pregunta.

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Alguns dies d’ahir, una obra equidistante

En España no estamos acostumbrados a hacer ficción sobre hechos reales, y mucho menos sobre temas de actualidad. Por eso hay que reconocer la valentía de Jordi Casanovas llevando al escenario los hechos políticos que sucedieron en Catalunya durante los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre de 2017.

Sin embargo, Casanovas, un autor que sabe captar primorosamente las tensiones del “teatro de comedor” (Vilafranca es un buen ejemplo) evita hacer teatro documento, pero nos muestra a través de la ficción cómo la realidad extrema y la política pueden volver del revés nuestras vidas.

En el escenario una familia, la familia Font, que ve cómo de repente sus problemas y pequeños dramas personales pasan a un segundo plano arrinconados por el momento histórico que se vive. El momento que vive Catalunya, ya que lo que pasa fuera queda, también, en segundo plano. De muestra un botón: La obra empieza con el atentado de Las Ramblas a los que los protagonistas no dedican ni tres minutos.

Rosa, Jaume, Jofre y Laura son una madre, un padre, un hijo y una hija con diversidad de opiniones sobre la situación política catalana; personas que luchan por ser dignos y coherentes en la vida, con sus convicciones políticas y sociales, con sus preocupaciones, sus angustias, sus anhelos, sus crisis matrimoniales y sus problemas de relación, que ve de repente sacudida su cotidianidad por la situación política provocada por el proceso independentista. Pero, a la vez, esa política que les entra por la ventana procuran analizarla desde la calma y el sosiego. Los personajes, sentados alrededor de una mesa, comentan, discuten, plantean dudas, preguntas, ilusiones y anhelos, y muestran los sufrimientos que les va provocando lo que pasa fuera y lo que les pasa dentro mientras sienten cómo esto les está transformando, intentando que no les fracture. En este trayecto político cargado de emotividad, Casanovas, quizás con voluntad pedagógica, nos muestra el gran esfuerzo que hacen los cuatro por empatizar con los pensamientos y posicionamientos de los demás, por entenderse y comprenderse a través del diálogo, mientras buscan la manera de perdonar.

Si bien la trama se desarrolla en el interior de esta familia, Casanovas abre el foco a la actualidad citando a los protagonistas del momento en boca de sus personajes o con fragmentos grabados de declaraciones reales.

Esperanza, miedo, perplejidad y rabia son emociones nítidamente reflejadas. No hay blancos y negros, y sí muchos grises.  Pero para tanta emoción que quiere transmitir el texto, a la dramaturgia le falta garra, intensidad. La dirección del montaje que pudimos ver el viernes 16 de octubre en L’Auditori de Granollers fue pobre. La escenografía, escasa, que no minimalista: una plataforma giratoria con una mesa y cuatro sillas que indican el paso de un tiempo que da vueltas para no llegar a ninguna parte. Buena metáfora. El movimiento de los personajes por el escenario, las transiciones, poco elaboradas. Ver a Jofre en el fondo de la escena con una botella de cava y cuatro copas, esperando a tener el pie para entrar en la acción no está a la altura de lo que pretende la obra. La música, poco acertada, no aporta nada.

El trabajo actoral, plano. Está claro que Casanovas no pretende mostrarnos unos héroes sino unos seres humanos, imperfectos como cada uno de nosotros, pero para ello era necesario darle a cada personaje intensidad y personalidad. Abel Folk, el padre, sobre quien recae el peso de la trama, se queda en un personaje escurridizo e hiperactivo. La madre, Míriam Iscla, nos quiere conmover, pero consigue hacerlo sólo en determinados momentos. Marta Ossó no llega a enfatizar lo suficiente la contradicción que supone tener el corazón repartido entre las dos posiciones políticas encontradas y las consecuencias que ello tiene. Y, por último, Francisco Cuéllar, el hijo, el más comprometido es quizás quién es más capaz de definir claramente su personaje.

Por si fuera poco, en la escena final, a modo de conclusión, el autor introduce un diálogo entre Jaume y Rosa, en el que se sinceran dejando al descubierto sus sentimientos respecto al otro. Un diálogo que rompe totalmente el in crescendo y dramatismo de la situación política y que distrae al espectador.

En definitiva, una obra que teatralmente no es muy buena pero que tiene valor porque acaba siendo el reflejo de cómo se siente la sociedad catalana tres años después de aquellos meses tan conflictivos. Casanovas trata de revivir y revisar no la Historia con mayúsculas, sino la historia, la de las personas. La sensación que proyecta la obra es la de recordar haber formado parte de algo, pero con un regusto a derrota. Recordando quiénes éramos entonces puede que entendamos mejor quiénes somos hoy. Y es que, seguramente, “Alguns dies d’ahir” surge de la necesidad de explicar, de comprender esos momentos convulsos, pero quizás necesitemos la perspectiva del tiempo para analizarlos. 

Federico…García Lorca… mi cantor

La obra de Pep Tosar «Federico García» nos acerca mediante un completo espectáculo, que auna música, poesía, video y documental la compleja vida y muerte del poeta de Granada.

Una obra de teatro sobre Federico García Lorca? en 2019? Como dice el mismo director, Pep Tosar, lo único que de verdad aportaría algo nuevo es saber dónde están sus restos…

Por tanto nos acercamos al Teatre Romea con la doble sensación de que visitabamos de nuevo a un pariente cercano, muy cercano, y que poco nos podrían descubrir. Pero Federico tiene el don de hacernos vibrar en cualquier caso e, incluso, hacerlo de antemano.

Y sin querer saber previamente casi nada de lo que íbamos a ver entramos en el teatro. Cuando la función da comienzo nos vemos empujados a circular por unas vías, nunca mejor dicho, en las que se aúnan muchas cosas. Empezamos a temer que vamos a presenciar un espectáculo flamenco… y lo tenemos! Una Mariola Membrives al cante y un José Maldonado al baile, nos deslumbran a los que sin ser flamencos, nos gusta el arte. El duende está en el aire. Desde el minuto uno nos damos cuenta. Pronto descubrimos la función de ese telón transparente que nos separa de los artistas. En realidad es una pantalla en donde iniciamos un viaje hacia los paisajes, muchos y diversos, del poeta. Un viaje sazonado con declaraciones de especialistas en el autor como la escritora Antonia Rodrigo, el profesor Domingo Ródenas y el periodista y poeta Juan de Loxa. Tosar también logró entrevistar a Vicenta Fernández-Montesinos, nieta de Lorca, la última persona viva que trató con el poeta.

Y el carrusel de emociones gira y gira. Del video de evocadoras imágenes pasamos al testimonio personal de los invitados. De la poderosa guitarra de Rycardo Moreno, a la voz de mil registros de Pep Tosar. Del arrebatado quejío de Membrives al recital de baile y de postura de Maldonado.

La aproximación de Tosar al poeta es delicada, es sugerente, alejada, aunque no ajena, del mito. Sintiendo la evolución del poeta en tanto que persona fruto de su entorno y circunstancias. Acercándonos a su infancia, acercándonos a su estancia en la Residencia de estudiantes, acercándonos a su relación con Luís Buñuel y con Salvador Dalí.

Pero por encima de todo, la voz, la palabra. Y no una voz cualquiera: la del ciudadano Federico García convertido en el poeta García Lorca. Convertido en el autor teatral que echó abajo la puerta del teatro español. Antes de que todos nosotros lo supiéramos. Que convirtió el mundo en palabras. Palabras que suenan a magia construida hoy mismo.

Pep Tosar construye un texto potente, compacto, en el que se proyecta Federico García como a un gigante pero a la vez cercano. Y le añade un uso de la escenografía sencilla, minimalista pero que refuerza de forma vigorosa el conjunto.

Mención aparte quiero hacer en el uso, casi obligado en el teatro actual, de los audiovisuales. No es aquí un añadido estético, es parte esencial del propio espectáculo, es espectáculo. Necesitamos todas esas versiones de Federico, no nos podemos perder ningún matiz. Los diferentes testimonios, desde su perspectiva cada uno, completan nuestro acercamiento al poeta. Hecho con ritmo, con delicadeza, con fluir que no distancia en ningún momento. Con un repaso a los escenarios, los diferentes escenarios vitales del poeta.

De agradecer, muy de agradecer, que Tosar no se centre en el final, el horrendo asesinato, de Federico García Lorca. Siendo una tragedia en todos los sentidos de la palabra, no podemos ni debemos condenar a Federico García Lorca a la única dimensión de víctima. Él no lo hubiese permitido. Sí que agradecemos a Tosar que ponga encima de la mesa las difíciles situaciones vitales que supuso para él su condición de homosexual. Una opción que, sin ningún género de dudas, fue uno de lo elementos claves en su asesinato.

La tragedia de ser mujer en aquella España -muy diferente a la de hoy?, ojalá-, la tragedia de ser gitano, la tragedia de ser gay. Asombrosa actualidad la de Federico. Qué necesario sigues siendo…

En definitiva, sí que se podía hacer algo más entorno a Federico García Lorca. Tosar construye uno de los mejores ejemplos que hemos tenido el honor de ver de espectáculo total. Es un documental? Sí. Es un recital de poesía? S. Es teatro? Sí. Es baile? Sí. Es cante? Sí … ES ARTE.

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